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Alfredo Mora: Ganador a 5 premios Ariel

Alfredo Mora: Ganador a 5 premios Ariel

Por Alejandro Peregrina

 

Alfredo Mora encontró su lugar en el mundo del maquillaje cinematográfico y de los FX de la manera más fortuita. “Doblemente fortuita”, me corrige. Su hermano mayor, Everardo, comenzó su carrera en el gremio aprendiendo empíricamente y al evolucionar sus técnicas y demanda, pasó de asistente en asistente hasta llegar al más fiel de todos: su hermano menor. 

 

“El Tigre Mora” cuenta que su introducción al mundo del maquillaje fue tan inmediata y rápida -uno aprende más rápido entrándole duro a los trancazos, porque Everardo le daba indicaciones y, más que explicarle cómo hacer lo que debía hacer, Alfredo debía aprender viendo y repitiendo. “¿Alguna vez has visto a alguien pintar? Así trabaja Everardo, tú sólo estás visitando su mundo. “Si ya estaba ahí, mi objetivo era aprender y hacerlo bien. Con Everardo tienes que ser muy observador para aprender. Aprendí cada movimiento que él hacía, aunque hoy cada uno tenga su estilo… le aprendí hasta la manera en que sacude los pinceles”.

 

Mientras seguían trabajando juntos, Alfredo aprendió los trucos y tomó la estamina para el efecto que requiere el maquillaje en varias disciplinas. Haciendo estas entrevistas a maquilladores, todos han sido muy enfáticos en las diversas actividades que se requieren dominar haciendo el trabajo para TV, teatro, ópera, comerciales o cine. “Con Everardo hice muchísimos comerciales, mucho teatro, pero lo último a lo que llegué fue el cine… Yo llegué al cine y me maravilló. Además en el cine no hay espacio para gente que no se apasione. Ahí decidí que iba a ser de los mejores maquilladores que hubiera en México”. ¿Qué tal le ha ido? “Pues cinco Arieles hablan por sí solos”.

 

Antes de mudarse de lleno al cine, un punto clave -que hará más sentido en los siguientes párrafos, es el trabajo que hicieron los hermanos Mora en los legandarios comerciales noventeros que Alejandro González Iñárritu dirigió antes de saltar al cine él también. En la entrevista con Everardo hablamos de su versión en esta etapa de su vida, y aquí su hermano Alfredo nos cuenta la suya:
“Creo que lo primero que hice fueron comerciales y era un rollo muy padre. Me parece que luego hice teatro, pero la cosa ahí es que está padre los primeros cuatro días y luego ya no tienes nada nuevo que hacer ahí. Para mí los comerciales eran más graciosos porque es un asunto más sencillo por muy complejos que sean. Ahí la publicidad se magnifica, entonces debes hacerlo todo en cierto grado de perfección; pero no hay mucho de exploración artística, pero sí cobras más, aunque hagas menos… aunque no es que hagas menos”.

 

Saltándonos años, pero no de tema, algo muy cool que encontré en mi research sobre Alfredo fue que en su currículum sobresale una campaña publicitaria de PlayStation con Rupert Sanders. ¿Cómo se juntan? “El dueño de Kinema Films es un productor que me conoce desde la segunda película que hice. Fernando Legarreta y yo estábamos trabajando juntos y nos pidieron a ambos y pensé que eso iba a estar muy bueno. Una cosa es que debes saber jugar tu juego. Con eso quiero decir que parte de tu profesionalismo es saber tus límites y hasta dónde puedes llegar tú como maquillista y dónde empiezas a necesitar la ayuda, digamos, de iluminación o de FX, entonces yo empecé a resolver las cosas que quería hacer. Una de esas cosas era que él quería integrar un elemento del PlayStation y a mí se me ocurrió uno de los comandos. Un triángulo como una lágrima tatuada indicando que el personaje había matado a alguien. Esas cosas son lo divertido y con ese detalle llegaron todos a platicarlo para ponerlo… y era sólo un detalle. De eso está hecho el maquillaje: de grandes detalles. Eso y un director que también sepa jugar y que sepa que los detalles pueden vestir a todo un personaje”. Le pregunté a Alfredo si campañas de este nivel lo intimidan. Su respuesta fue no, pero lo interesante es el por qué a lo que me contestó: “No prometo nada que no puedo cumplir. Si te vendo un burro rosa, es porque tengo los pelos en la mano. Tienes que saber tus límites y tener claro dónde necesita la ayuda el maquillaje. Cuando tienes eso claro en tu carrera, llegas hasta donde dijiste. Eso es lo que vendo”. ¿Su ayuda favorita? “Una buena iluminación. Es el recurso más práctico que se tiene en un set, un buen fotógrafo y más que por su buen uso de luz, sino por su capacidad de comunicarse”.

 

Regresando a Iñárritu, después de su relación en comerciales, Alfredo recibe una llamada en la que lo solicitan para la primera megaproducción del “Negro”, Amores Perros. “A mí me solicitaron para hacer la escena del choque. Sólo la herida de ella, sólo esa escena. David Gameros hizo el resto del maquillaje y los FX, incluso la post herida. Yo sólo hice el choque. No sé porqué, tendrías que preguntárselo a él. Conozco muy bien a Alejandro y cuando hicimos Babel, ya éramos buenos amigos. El proceso de maquillaje que hicimos era algo muy largo, yo tenía que hacer a Adriana morena(Adriana Barraza, en su papel nominado al Óscar, de la desesperada niñera que lo pierde todo por un error pivotal en la historia), en una situación de extremo calor y humedad y cruzarla por el desierto y que aguantara. Estuvimos dos semanas en Puerto Peñasco en el Estado de Sonora en un desierto alucinante, trabajamos ahí en condiciones que debes aprender para hacer maquillaje. La película la fotografió Rodrigo Prieto y regreso al punto en el que sabes jugar y conoces a las personas indicadas, entonces es muy fácil comunicarte y hacer bien las pruebas y el trabajo. A Rodrigo lo conocí cuando trabajamos hace muchos años, aún trabajando en 35mm…” Paréntesis. ¿Qué tiene que decir Alfredo a las diferencias técnicas de la postmodernidad en la industria y la agobiante digitalización y ultra HD en 4K, 6K y las que vengan? “Prefiero mil veces los 35mm, porque te lo aprendes, lo dominas y es muy noble. En la era digital es como tener una 45 cargada directa en la sien en la que sabes que se va a ver todo, pero ahí tienes la opción de ser muy bueno o dedicarte a otra cosa…”

 

Una obviedad para un ajeno del maquillaje cinematográfico son los prostéticos. Son parte clave del make believe que representa este oficio y todo maquillador debe dominarlo. Para el espectador, un prostético constituye casi todo lo que se sabe del maquillaje de FX, ¿pero es lo mismo para un insider de la altura del Tigre? “Llámale vieja escuela, pero yo soy de los diseñadores que prefiere estar en set y tener un equipo que se encargue de eso. Lógicamente lo hice y lo sé hacer, pero ahora me dedico a dar toques finales que hacerlos porque prefiero estar al pendiente del todo. Le enseño a la gente a hacerlo cómo me gusta, me encanta meterme en eso, pero no me clavo en estar un día en un prostético”.

 

Quizá el proyecto más grande y ambicioso en el currículum de Alfredo es Apocalypto, la épica mesoamericana dirigida por Mel Gibson en el Estado de Veracruz. De los profesionales en el tema que he escuchado a través de los años como apasionado por las culturas prehispánicas, todos llegan a la misma conclusión: Apocalypto es históricamente incongruente, pero todos se maravillan ante la posible exactitud y fidelidad en la representación estética de los personajes desde los sacerdotes de más alcurnia en los estratos mayas a los extras representando al pueblo corriente de la civilización. La semana anterior a concretar la entrevista se abrió en Twitter una discusión respecto a la representación de un sacerdote en la película con sus incrustaciones en los dientes y la Cruz de San Andrés en su cabeza. La conclusión profesional era completamente positiva y el maquillaje era la razón principal. “Llegamos a ser 150 maquillajes sólo para extras. Yo era el jefe mexicano de maquillaje para extras y venía de hacer Babel. Pidieron fotos de mi trabajo y solicitaron que fuera a una prueba en la que me pidieron un prostético, una cicatriz. Me tardé casi tres horas en hacerla y me dijeron que estaba listo para aplicarse y me dieron uno de los actores principales. Daniel Parker me pidió en su equipo y Vittorio me explicó que me iría al equipo para extras. Llegamos a tener 700 extras, todos maquillados, todos con aplicaciones en los dientes, todos con joyería. La logística era casi militar con respecto a ver quién preparaba, quién aplicaba, quién descansaba… y ahí aprendí que no hay dinero que pague el cansancio. Empezábamos a las 2 de la mañana y terminábamos a las 8 de la noche. Es como estar en el infierno haciendo lo que te gusta.

 

Actualmente, Alfredo está a full trabajando en la televisión versión era digital. Es responsable de la imagen de la anticipadísima Luis Miguel, la serie. “Esta serie tiene un gran valor de producción. El pelo lo hizo Isabel Amezcua, gran experta en pelo de la época. De hecho llegué al proyecto e Isabel ya estaba ahí, como una prioridad. El pelo era la prioridad indiscutible en la serie e Isabel era la mejor. Lo único que tengo que decir es que disfruté mucho ese proyecto. A mí me encanta jugar, refiriéndome a apasionarme por algo y hacerlo”. Volviendo a los prejuicios del maquillaje cinematográfico, le pregunto a Alfredo qué tanto puede jugar dentro de una serie, digamos, contemporánea en su historicismo y el espacio de juego que eso le da a un maquillador del nivel de Alfredo. “Hice a un cuate que de repente se entera que tiene cáncer. Un día lo hicimos súper sano y al día siguiente lo hicimos enfermo. Cuando el director lo vio, le preguntó si se sentía bien para grabar. Esas cosas sutiles que engañan al ojo en vivo me llena igual que un reconocimiento como artista. Un jugador realmente juega por la pasión”.

 

Nada mal una trayectoria de este calibre para alguien que estuvo a punto de convertirse en Químico Farmacéutico Bilógico antes de entrar fortuitamente al mundo de la ilusión en el séptimo arte.

 

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